quinta-feira, 29 de dezembro de 2011

LAS SEÑALES DE LOS TIEMPOS


Divague sobre la contemplación

Frey Jerónimo Bórmida

Señales y prodigios

Los fariseos y saduceos quieren poner a prueba a Jesús y le piden una señal del cielo, en clara alusión a las señales y prodigios que Dios hizo en la gesta de liberación de Egipto.

Para que Moisés tenga autoridad ante el Faraón, Dios hace señales y prodigios en el país de Egipto, cuando vuelvas a Egipto, harás delante de Faraón todos los prodigios que yo he puesto en tu mano (Ex 4, 21), pero las señales de Dios producen el efecto contrario porque Dios endurece su corazón, y no deja salir al pueblo (Ex 7, 1-5). Al final reconocerán todos que El Señor es Dios, cuando los saque de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios (Dt 26, 5-10).

A pesar de todas las señales que Dios hizo en su favor, el pueblo desprecia y desconfía del Señor, lo pone constantemente a prueba y no escucha su voz (Num 14, 11.20). Ningún otro pueblo ha oído la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, ningún otro pueblo fue buscado por el mismo Dios por medio de pruebas, señales, prodigios y guerra, con mano fuerte y tenso brazo.
Las señales que el Señor Dios hizo con su pueblo, a sus mismos ojos deben ser narradas por cada israelita a la próxima generación. El credo israelita es histórico, narra las gestas de Dios cómo el Señor los sacó de Egipto con mano fuerte, realizando ante sus propios ojos señales y prodigios grandes y terribles, contra Faraón y toda su casa (Dt 4, 33; 6, 20; 11, 1)

Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre. Nosotros clamamos a Yahveh Dios de nuestros padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios. Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel (Dt 26, 5-10).

Este recuerdo es una constante en los profetas. Dios hizo los cielos y la tierra con su gran poder y tenso brazo y para él nada es extraordinario, es grande en designios y rico en recursos. El Señor que ha obrado señales y portentos en Egipto los sigue obrando hoy, y en Israel y en la humanidad entera. Al igual que los grandes héroes de la ciencia, del deporte y de la guerra, con sus proezas Dios se hizo un nombre en toda la tierra (Jer 32, 20, Bar 2, 11).

Jesús habla como quien tiene autoridad (Mt 7,29) habla en nombre propio. Moisés y los profetas hablan en nombre de Yahveh, los letrados de su tiempo solo citan e interpretan lo que otros dijeron en nombre de Dios.

Jesús se atribuye en la tierra poder de perdonar pecados (Mt 9,1), cosa que le corresponde sólo a Dios (Mc 2,7), afirma que él es señor del sábado (Mt 12,8). En el Templo hizo un látigo con cuerdas y echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas que habían convertido la Casa de su Padre en un mercado. (Jn 2, 12ss). Los dirigentes del pueblo le increpan frontalmente, ¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad? (Mt 21, 23-27).

Es en este contexto que le exigen una señal que demuestre que es enviado por el Señor-Dios, como Moisés. Pero, como el Faraón, los dirigentes solo endurecen su corazón, no aceptan a Jesús, Cuando cura dos ciegos y un mudo endemoniado dicen que por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios. (Mt 9, 33, 12; 12,24). Los dirigentes del pueblo no pueden ver las señales porque son ciegos (Jn 9, 41). Viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado. Como hizo con el Faraón Dios endurece el corazón de los dirigentes, no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane (Mt 13, 14-15; Jn 12, 37-43).

Las señales de los tiempos

Jesús responde a quien le exigen una señal que autentifique su misión,
Al atardecer dicen, Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego, y a la mañana,' Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío. ¡Conque saben discernir el aspecto del cielo y no pueden discernir las señales de los tiempos! ¡Generación malvada y adúltera! (Mt 16, 1).

Al final de la gran sequía que asoló a Israel Elías sube a la cumbre del monte Carmelo, donde se postró con el rostro entre las rodillas y le dijo a su sirviente que mirara para el mar. Este fue a mirar, y dijo, No veo nada. Elías ordenó, Vuelve hasta siete veces. A la séptima vez, el muchacho dijo, Veo una nube pequeña, como la palma de la mano, que sube del mar (1Re 18,42-44).

Los gestos son simples, las señales pequeñas, una nube tan pequeña, como la palma de la mano. Es suficiente para que el profeta entienda. El compañero al principio no ve nada, tiene que volver siete veces, es decir todas las veces que sea necesario. Este hecho es como el paradigma de la fe de Israel, un pueblo que camina con Dios en su historia. Los acontecimientos son el lugar teológico, el espacio sacramental para el encuentro del Pueblo con su Dios. La vida es palabra, es acontecimiento elocuente que revela. Porque el Señor camina en la vida de sus hijos, el pueblo puede oír la voz, contemplar la presencia en la nube.

En este contexto hay que entender los signos y las señales del AT.

Los profetas se preguntan si el pueblo será capaz de reconocer y comprender los signos, las señales de Dios, que muestran la profunda pasión que Él tiene por el pueblo, a pesar de que el pueblo no ve y no comprende. Vieron con sus propios ojos todo lo que el Señor hizo ante propios ojos en Egipto con Faraón, las grandes pruebas, aquellas señales, aquellos grandes prodigios. Pero hasta el día de hoy no les había dado el Señor corazón para entender, ojos para ver, ni oídos para oír (Dt 29, 1-3).

Lamentablemente, como siempre, pensábamos que los signos eran acontecimientos que se imponían con fuerza, haciendo irrupción en nuestras historias personales y comunitarias o sociales. Así creíamos que era también Dios, un Dios que se impone, que irrumpe en la realidad para que todos le reconozcan. Ciertamente el lenguaje de la historia, en aquel entonces, así como hoy, era y es muy elocuente, y sin embargo, no podíamos olvidar tan fácilmente que la divina presencia y el crecimiento del Reino que la acompaña, es algo muy sutil, no se reviste ni se identifica simplemente con lo extraordinario, más bien es algo que va brotando, es simplemente un brote. Así hablar de signos de los tiempos significa volver a aprender a descubrir el delicado estar y el ligero pasar de la Divina Presencia. El grano en la tierra; duerma el sembrador o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo (Mc 4, 27).

Si la Iglesia quiere acercarse a los verdaderos problemas del mundo actual habrá que partir de los hechos y problemas recibidos del mundo y de la historia, de los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas tristezas y angustias de los discípulos de Cristo (GS 1).

A veces, los signos no son los esperados; tenemos que aprender a obedecer a una lógica misteriosa del Dios que tiene proyectos totalmente alternativos a los nuestros e indica caminos que se elevan por encima de nuestros caminos (Is 55, 8-9). Esta espera se da entre la escucha de algo, aunque sea el sutil pasar de una brisa suave o voz de sutil silencio (1Re 19,12).

Una señal del cielo

Cuando fariseos y saduceos luego de ver las curaciones, las expulsiones de espíritus impuros, la multiplicación de los panes… le exigen a Jesús que les muestre una señal del cielo, que equivale a decir de una señal de Yahveh (Mt 16, 1-4).

Hay dos modos de entender cielo, cielos. Uno, el que domina en el Antiguo Testamento, corresponde a la cosmogonía semita. Según la imagen del mundo de la Biblia, Dios habita en un lugar altísimo, más allá de las aguas que están sobre los cielos, en el cielos de los cielos, donde tiene su corte de servidores (1Rey 22,19, Job 1,6; 2, 1). Dios está tanto en el cielo como en la tierra (1Rey 8,27).

El Cronista se pregunta si verdaderamente habitará Dios con los hombres sobre la tierra… Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo, ¡cuánto menos un templo construido con manos humanas! (2Cron 6, 18). Dios no tiene necesidad de que los hombres le edifiquen un templo para vivir (2Cron 6,39). Dios amonesta a David cuando éste le quiere construir un templo, ¿Me vas a edificar tú una casa para que yo habite? Dios ha habitado en tiendas, acompañando el camino del pueblo, y nunca le había pedido a ninguno de los jueces de Israel a los que mandé que apacentaran a mi pueblo Israel que le edificaran una casa de cedro. (2Sam 7, 7ss).

En el Nuevo Testamento y en especial en San Mateo, la expresión tiene otro contenido. Cuando se dice los Cielos se está simplemente usando un circunloquio para no pronunciar el tetragrama divino, el nombre sagrado de Yahveh. En el tiempo de Jesús se usaba el nombre de Señor (Adonai en hebreo, Kirios en griego), por lo cual es tan importante para la teología paulina el saber si Cristo eran el Señor, es decir, idéntico a Yahveh. También, para no pronunciar el nombre divino, se decía simplemente el nombre, por lo cual a Jesús se le da el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús (Pablo pone Jesús en lugar de Yahveh) se doble toda rodilla, en el cielo y en la tierra. Véase el precioso himno cristológico de la carta a los Filipenses (Fil 2,9-11).

Todas las veces, pues, que encontramos Padre de los cielos, Reino de los Cielos, celestial.... tendríamos que estar leyendo Reino de Yahveh, Padre Yahveh... Así lo leen los otros evangelistas en los pasajes paralelos a los de Mateo. Cuando Mateo dice Reino de los cielos hay que leer Reino de Dios (ej. Mt 4,17, Mc 1,15). Ya en los umbrales del Nuevo Testamento el pueblo deja de pronunciar el nombre de Yahveh. En la traducción griega llamada de los LXX cuando se lee en hebreo quien blasfeme el nombre de Dios morirá traducen quien pronuncie el nombre de Dios morirá. Este peligro es tan grave que los judío que le agregaron vocales al texto hebreo tradicional cuando llegan al nombre de Yahveh le confunden las vocales, para que nadie lo llegue a pronunciar por descuido.

Jesús realiza señales de Yahveh

En Caná de Galilea Jesús dio comienzo a sus señales dio, así manifestó su gloria, y provocó la fe en sus discípulos (Jn 2 11). El fariseo Nicodemo, magistrado le dice, Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él. (Jn 3, 1). Jesús cura al hijo moribundo del funcionario real, pero le dice que si no ven señales y prodigios, no creen (Jn 3, 48). Mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos (Jn 6,1), aunque la gente lo busca más por haberse saciado con el pan multiplicado que por haber visto señales (Jn 6, 26).

Los discípulos serán acompañados por señales, en su nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16, 15-20). El sumario de los Hechos constata que los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales (Hech 2, 43), así como el maestro y Señor fue acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales (Hech 2, 22). Pablo advierte que la cruz de Cristo, escándalo y necedad, es la gran señal, la verdadera fuerza de Dios. (1Cor 1, 22).

La Bestia realiza grandes señales, y seduce a los habitantes de la tierra, y sus falsos profetas seducen a los que aceptan la marca de la Bestia y a los que adoraban su imagen (Ap. 13, 10-12; Ap. 19, 20). Los magos de Egipto hicieron con sus encantamientos los mismos prodigios de Moisés, y el corazón de Faraón se endureció (Ex 7, 22).

Los seres humanos confían más en la consulta a nigromantes y a adivinos (Is 8, 19), que al trabajo escudriñar el obrar desconcertante de Dios en la historia. Por más que Yahveh, el gohel, el que nos formó desde el seno, hace que fallen las señales de los magos y que deliren los adivinos; hace retroceder a los sabios y convierte su ciencia en necedad (Is 44, 24-25).

No hay que creer si alguien dice que el Cristo está aquí o allí. Falsos cristos y falsos profetas, harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. (Mt 24, 23-24; Mc 13, 21).

Las señales de los tiempos son signos de Dios

Estamos ante uno de los axiomas fundantes de la cosmovisión bíblica, todo lo que sucede, la creación y su devenir, proviene de Dios; y a él nada le es imposible. Cuando hablamos de signos divinos no nos referimos a sucesos sobre-naturales o in-naturales, antinaturales, contranatura-les, por lo natural es la intervención constante y continua de Dios en la Historia. Podríamos a veces hablar de Signos extraordinarios, pero lo habitual de Dios en su actuar salirse de lo común.

Cuando Moisés le pregunta a Dios por su nombre recibo como respuesta, Yo soy el que yo soy. …, Yo soy me ha enviado a vosotros. (Ex 3,14). El verbo ser en hebreo tiene más parentesco con nuestra estar que con el ser de los griegos. O bien la expresión divina se traduce literalmente yo soy el que yo soy, es decir, yo soy mi propia explicación, o bien yo estoy como yo estoy, estuve como estuve, estaré como estaré. En ese caso Dios es revelado como el Dios de la Historia, el Dios que estuvo con los Padres del Pueblo, que está ahora con el pueblo de Moisés, y el que estará siempre con el pueblo del futuro.

Jacob lucha con Dios y sintiéndose poderoso le preguntó, Dime por favor tu nombre. Yahveh ni siquiera se molesta en responder e interroga a su vez, ¿Para qué preguntas por mi nombre? (Gen. 32, 25-31).También preguntan por el nombre de Dios los padres de Sansón. El Angel de Yahveh, Yahveh mismo, les responde, ¿Por qué me preguntas el nombre, si es maravilloso? (Juec. 13. 16-22).

De hecho Yahveh le responde a Moisés con una especie de criptograma. Le asegura así hoy está con él, estará también en el futuro, con el cómo estuvo en el pasado con los padres contigo.

Dios es el Yo estoy. Es el Dios de los padres, el Dios de vivos, no de muertos, el dios de la historia de hoy y de siempre (Mt 22,32; Mc 12,27; Lc 20,38).

La respuesta divina puede ser entendida de dos modos.
Uno, negativo. Dios es el-lo que él es y no tiene porqué dar explicaciones a nadie. Nótese que en hebreo se repite idéntico sujeto y predicado de la frase. Yo soy lo que yo soy, yo soy como yo soy. La declaración es un enigma sin respuesta.

Otro, existencial. El verbo hebreo indica más al estar que al ser (Los LXX traducen Yo soy el ser). Y el tiempo verbal apunta a un presente no acabado. Habría que traducir la expresión como un Yo estoy ahora como estuve con los Padres y como estaré siempre con el pueblo. El nombre de Dios se lo conoce por su actuar en la historia.

Por eso mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día y comprenderá que yo soy el que decía, Aquí estoy. (Is 52,6).

Voy a evocar las obras del Señor, lo que tengo visto contaré. Por las palabras del Señor fueron hechas sus obras, y la creación está sometida a su voluntad. El sol mira a todo iluminándolo, de la gloria del Señor está llena su obra.

No son capaces los Santos del Señor de contar todas sus maravillas, que firmemente estableció el Señor omnipotente, para que en su gloria el universo subsistiera. El sondea el abismo y el corazón humano, y sus secretos cálculos penetra. Pues el Altísimo todo saber conoce, y fija sus ojos en las señales de los tiempos.

Anuncia lo pasado y lo futuro, y descubre las huellas de las cosas secretas. No se le escapa ningún pensamiento, ni una palabra se le oculta. Las grandezas de su sabiduría las puso en orden, porque él es antes de la eternidad y por la eternidad; nada le ha sido añadido ni quitado, y de ningún consejero necesita.

¡Qué amables son todas sus obras!, como una centella hay que contemplarlas.
Todo esto vive y permanece eternamente, para cualquier menester todo obedece. Todas las cosas de dos en dos, una frente a otra, y nada ha hecho deficiente. Cada cosa afirma la excelencia de la otra, ¿quién se hartará de contemplar su gloria? (Sir 42, 15-25).

Sumergidos en una cultura dominada por un antropocentrismo cultural, político, científico, económico y religioso estamos a punto de perecer como hombres y como planeta. El hombre occidental se cree centro del universo, razón y sentido de la evolución y se arroga el ser dueño absoluto de la verdad y el poder determinar autónomamente el ser y el destino de las cosas.

También la reflexión teológica occidental está impregnada –yo diría viciada- de antropocentris-mo. La cristología se ha convertido en pura soteriología y Cristo –como la iglesia, los sacramen-tos, y todo lo demás en la iglesia parece tener sentido solamente en cuanto capaz de liberar al hombre de los actos del hombre. Actos del hombre que, por añadidura, están radical e inexorablemente infectados por la pandemia del pecado.

Lamentablemente la teología antropocéntrica y hamartiocéntrica occidental entiende y predica a Cristo a partir del hombre y en función del pecado del hombre y no a partir del proyecto de Dios revelado por Cristo. Para la revelación cristiana es Dios quien está en el centro y la misión y el sentido de Jesús es llevar a cumplimiento el misterio de Dios, el plan oculto desde los siglos eternos en Dios, manifestado por la totalidad de su vida.

No niego la peculiaridad de la especie humana en el planeta tierra y puedo aceptar que tiene títulos suficientes para pretenderse superior a sus congéneres terráqueos, pero en cuanto humano no es el ombligo del mundo.

Dicho de otro modo, el hombre existe porque así lo ha proyectado Dios, ni la existencia del hombre ni los actos humanos generan el proyecto de Dios. O también, es la evolución que da lugar al hombre y no el hombre la causa de la evolución.

Los signos de los tiempos no son primariamente obras de los hombres sino obras, señales y prodigios de Dios en la historia.

Solamente des-centrando al hombre de sí mismo, ubicándolo en el proyecto grande de un universo que no fue hecho por él ni que está en sus manos, podremos tener esperanza de salvación para un planeta cada más saqueado por la soberbia de un hombre que se cree monarca y no hijo-hermano.

Solamente si la Iglesia se des-centra de la iglesia logrará hacerse creíble y útil al hombre de hoy. Cuando los cristianos entendamos que hay que apostar más por Dios que por el Reino de Dios, que hay que poner la confianza más en Dios que en sus promesas, comenzaremos a ser capaces de anunciar una paz verdadera y estable entre los hombres y los pueblos.

Cuando el hombre deje de luchar por perfeccionarse y pase a buscar la armonía con la creación entera desaparecerán las neurosis, las depresiones. El hombre dejará de violentarse y maltratar su entorno. La salvación se encuentra en la contemplación de los signos de Dios en la historia de los hombres.

Paciencia histórica

Jesús dio comienzo a sus señales y manifestó su gloria, multiplicando el agua en vino en una cena de bodas de unos amigos (Jn 2, 3.4.11). No comenzó –no terminó- derrocando a los romanos y estableciendo un orden social nuevo.

Jesús promete a sus discípulos señales más portentosas de las que él mismo ha realizado (Mc 16, 17), pero alerta sobre las señales engañosas, No hay que creer en los falsos mesianismos ni en los que anuncias la cercanía del fin de la historia. Lamentablemente las guerras y las revoluciones son cosas con las que hay que aprender a convivir. Terremotos, peste, hambre, cosas espantosas, y grandes señales del cielo no son señales de la catástrofe final sino de la inminencia de la liberación (Lc 21, 8-11).

Las acciones de Jesús –obras, señales del mismo Padre Dios- no provocan la conversión sino el odio y la persecución de los dirigentes del pueblo (Jn 10, 31-38). Los fariseos son capaces de reconocer los signos de Dios en la historia porque no respeta la ley escrita (Jn 9, todo el episodio del ciego de nacimiento). Dios mismo había cegado sus ojos (Jn 12, 37ss; Cf Ex 7, 1 Ex 10, 1).

Dios mismo no puede explicarse cómo el pueblo no acredita en las innumerables señales que ha hecho con sus hijos. Recordemos que esta incapacidad de comprender las señales de Dios hace imposible la entrada en la tierra prometida (Num 14, 11.20).

La fe de Israel es histórica, no cree en conceptos, sino en hechos, se fundamenta en las señales y prodigios que Dios ha obrado en el decurso de los siglos (Dt 11, 1; Dt 26, 5; Dt 29, 1).

Explorar este tiempo

El discernir las señales de los tiempos se convierte en el evangelio en un explorar este tiempo. Padre Dios ha de descubierto en las cosas mínimas de la vida y por eso el discípulo de Jesús no debe andar preocupado por la vida, por el cuerpo, por el vestido, le basta mirar los signos de los tiempos, los cuervos, ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta; los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos… El discípulo tiene que estar atento a las señales de este tiempo , preparados con las lámparas encendidas, como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran…. en el momento que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre (Medellín Mensaje).

Este contexto de espera confiante, de exploración de este tiempo, que es obra del Padre amante, hace que cuando el discípulo de Jesús vea aparecer señales en todos los niveles, en el sol, en la luna y en las estrellas. Cuando en la tierra la gente se mueran de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo… entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Lo que es causa de terror para el no discípulo, para el creyente es la autora de un mundo nuevo, Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación. (Lc 21, 25-28).

El mundo está en fuerte crisis de crecimiento, por una parte amplía extraordinariamente su poder, por otra la realidad se le escapa de las manos. Conoce cada vez más el espíritu y la materia y cada día se encuentra más desconcertado. Junto a los progresos persisten tensiones políticas, sociales, económicas, raciales, religiosas e ideológicas, guerras de todo tipo y si aumenta la comunicación crece el diálogo de sordos y la mentira de los medios de comunicación masivos. Los espíritus parece que mejoran al mismo ritmo que la ciencia y la técnica.

Sea como fuera, entre sol y nubes, el creyente, movido por la fe, sabiendo que el Espíritu del Señor, llena el universo y conduce la historia, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos de los hombres los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios (GS 11). El creyente, por la fe, junto a hechos deplorables que denuncia, saluda con alegría los venturosos signos de este tiempo (DH n°15), entre los cuales el movimiento ecuménico (UR n°4).

Para la iglesia de América Latina se siente en una nueva era histórica, que le exige claridad para ver, lucidez para diagnosticar y solidaridad para actuar. Esto no se consigue sin descubrir el plan de Dios en los signos de nuestros tiempos. Las aspiraciones y clamores de América Latina son signos que revelan la orientación del plan divino operante en el amor redentor de Cristo que funda estas aspiraciones en la conciencia de una solidaridad fraternal (Medellín, Mensaje). La evangelización debe estar en relación con los signos de los tiempos. No puede ser atemporal ni ahistórica. En efecto, los signos de los tiempos, que en nuestro continente se expresan sobre todo en el orden social, constituyen un lugar teológico e interpelaciones de Dios (Medellín Pastoral de la élites 13).

Para un iglesia joven un continente con muchos jóvenes, los creyente deben auscultar atentamente las actitudes de los jóvenes que son manifestación dé los signos de los tiempos (Medellín Juventud 13).

La fe impulsa a discernir las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos. El Espíritu del Señor impulsa al Pueblo de Dios en la historia a discernir los signos de los tiempos y a descubrir en los más profundos anhelos y problemas de los seres humanos, el plan de Dios sobre la vocación del hombre en la construcción de la Sociedad, para hacerla más humana, justa y fraterna (DP. 15; DP. 420; DP. 1128).

3) La obra de Dios, lo cotidiano y lo extraordinario, lo pequeño, no lo grande, lo micro no lo macro

Lucas alertaba sobre las señales ínfimas que tenemos que contemplar y entender para estar preparados., los cuervos, ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta; los lirios, cómo ni hilan ni tejen… El discípulo tiene que estar atento a las señales ínfimas de este tiempo.

San Buenaventura en su Itinerario de la mente a Dios, es un maestro en hablar de este escrutar las señales del obrar de Dios que empieza en las criaturas y lleva hasta Dios. Aclara que en este itinerario nadie entra rectamente sino por el Crucificado, casi como el antisigno del obrar de Dios. Hay que aprender a ser contemplativos de la historia.

Para ello es necesario estar quemándonos por los deseos de Dios. Los deseos se inflaman de por la oración en la contemplación de los espejamientos de Dios en la creación.

Para poder discernir los signos de Dios en la historia no basta la lección sin la unción, la especulación sin la devoción, la investigación sin la admiración, la circunspección sin la exultación, la industria sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada. El discernimiento de los signos de los tiempos es propio de los místicos, no de los científicos.

Los lentes con los cuales miramos los signos de Dios tienen que estar tersos y pulidos.

El contemplar los signos de Dios en los tiempos, no puede ser superficial, exige tiempo largo y tranquilo, tiene que ser un rumiar despaciosamente los hechos de Dios.

Todo el conjunto de las criaturas es escala para subir a Dios, todas las cosas son vestigios donde podemos investigar a nuestro Dios, y el hombre fue creado hábil para la quietud de la contempla-ción de los signos de Dios en la creación. Es tan fuerte, tan claro el hablar de Dios que, dice Buenaventura,

El que con tantos esplendores de las cosas creadas no se ilustra, está ciego, el que con tantos clamores no se despierta, está sordo; el que por todos estos efectos no alaba a Dios, ése está mudo; el que con tantos indicios no advierte el primer Principio, ese tal es necio.
Cuando el hombre es incapaz de ver los signos de Dios todo el mundo se levante contra él, todo el mundo peleará contra esos insensatos.

Francisco de Asís en uno de sus tantos raptos de locura decidió mandar mensajes a todos los clérigos y a todas las autoridades de los pueblos. Por las dudas recordemos que clérigos y gobernantes no eran mucho mejores que los nuestros. Y que los tiempos que tenían que escrutar no eran menos turbulentos, las guerras eran también sanguinarias, las pobrezas también mayúsculas, no andaban mejor ni la salud ni la ecuación ni el trabajo.

Sin embargo el entrega sendas cartas a los hermanos responsables de las fraternidades para que sean por ellos luego distribuidas. Y les recomienda tener atención a,
las nuevas señales del cielo y de la tierra, que son grandes y muy excelentes ante Dios y que por muchos religiosos y otros hombres son considerados insignificantes.
a los ojos de Dios hay algunas cosas muy altas y sublimes, que a veces son consideradas entre los hombres como viles y bajas; y hay otras que son estimadas y respetables entre los hombres, pero que por Dios son tenidas como vilísimas y despreciables.
Detectar las nuevas señales
Del cielo, nuevas religiosidades, novedades en la iglesia, nuevos rostros de Dios…pensar en cosas pequeñas, viles, insignificantes, bajas, despreciables… cosas que no interesan a los medios…
De la tierra, nuevas solidaridades, nuevas conciencias, movimientos populares… pensar en cosas pequeñas, viles, insignificantes, bajas, despreciables… cosas que no interesan a los medios…

Concluyendo, ser contemplativos es:

En primer lugar estar atento a los signos de los tiempos es saber contemplar lo positivo, lo nuevo que el Espíritu de Dios está haciendo nacer a nuestro alrededor y hasta los confines del universo.

En segundo lugar hay que comenzar a buscar en lo pequeño, en los vestigios, en los espejos de todo lo creado, con paciencia, con unción, con perseverancia…

Por último, hay que amar apasionadamente a ese Dios que camina con nosotros en nuestra historia y con nuestros pasos.

Como jadea la cierva, tras las corrientes de agua, así jadea mi alma, en pos de ti, mi Dios. Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré ir a ver la faz de Dios? (Salm 42, 2-3).
Mar del Plata, diciembre 2011

quarta-feira, 14 de dezembro de 2011

O PURGATÓRIO


Divagações sobre o futuro

Frei Jerónimo Bórmida

Trad. Frei Bruno Glaab

Um Teologúmeno

Estamos diante de um dos pontos controvertidos no diálogo ecumênico. Karl Rahner aplicaria à doutrina sobre o purgatório a noção de teologúmeno, que é , antes de tudo, resultado e expressão do esforço para entender a fé.

Teologúmeno é uma formulação teológica que não equivale de modo imediato a uma proposição dogmática que obriga à fé, e não é necessário que o enunciado se distinga materialmente de uma tese de fé propriamente dita.

A doutrina oficial da Igreja não consta, nem pode constar somente de dogmas no sentido estrito, mas está composta sobretudo de uma série de proposições teológicas que, sem possuir uma absoluta obrigatoriedade de fé, ela tem sido generalizada e aceita na comunidade eclesial.

A revelação cristã se transmite sempre por meio de teologúmenos: fala em harmonia com o saber e as crenças do momento em que é pronunciada a palavra. A Bíblia somente é compreensível à luz da imagem do mundo que tem o destinatário da palavra; integra os conceitos, os valores, a imaginação, os paradigmas morais e intelectuais próprios de cada tempo e lugar. E o que a DV 13 chama a admirável condescendência da sabedoria eterna, para que conheçamos a inefável benignidade de Deus, e de quanta adaptação de palavra faz uso tendo providência e cuidade de nossa natureza. Porque as palavras de Deus expressadas com línguas humanas se tem feito semelhantes à fala humana, como em outro tempo o Verbo do Pai eterno, tomada a carne da debilidade humana, se fez semelhante aos homens.

A história da teologia equivale à gesta dos constantes câmbios dos teologúmenos. Este devir não significa que se reconheça um dia como errôneo o que antes se tinha por verdade absoluta, senão que supõe a lei da encarnação das afirmações à cambiante experiência histórica.

A doutrina da Escritura

Segundo o V Concílio de Latrão (1512-1517) Lutero afirma que o purgatório não pode ser provado pela Escritura Sagrada Canônica. Os polemistas católicos responderam multiplicando as provas de Escritura recorrendo a textos isolados de seus contextos em base a uma exegese acomodatícia, carregada de pré-juízos dogmáticos. Lemos em 2Mc 12,40-46 que nos cadáveres dos soldados mortos na batalha contra Gorgias se encontravam objetos do culto idolátrico, ato severamente proibido pela Lei. Judas espera que os soldados que tem morrido em defesa da religião e da pátria encontrem o perdão de deus e participem na ressurreição, para os quais faz uma coleta e manda oferecer um sacrifício pelo pecado no templo de Jerusalém.

Os defuntos justos esperam a ressurreição para a vida (2Mc 7,9-14), porém presumidamente no seio de Abraão. Embora os soldados incorressem em grave pecado de idolatria, Judas Macabeu opina que se trata de mortes em certo sentido martiriais, por isso ordena que se ofereça por eles o sacrifício expiatório. Paulo afirma em 1Cor 3,10-17 que os apóstolos terão de selecionar cuidadosamente os materiais que usam na edificação da igreja, pois a obra de cada qual será descoberta; se manifestará pelo fogo (v.13). aquele cuja obra resista ao fogo receberá a recompensa. Se sua pregação não resistir à prova, o apóstolo será salvo, porém como quem passa através do fogo (v.14-15).

Bento XVI, em 12 de janeiro de 2011, na catequese das quartas-feiras fala de Santa Catarina de Gênova, uma das referências místicas, ao falar do purgatório. A santa fala do caminho de purificação da alma até a comunhão plena com Deus, partindo de sua própria experiência de profunda dor pelos pecados cometidos, em contraste com o infinito amor de Deus. Não estamos, disse a santa, que o purgatório é um fogo interior, é um caminho de purificação da alma até a comunhão plena com Deus. O fogo, esclarece Bento, é o mesmo Cristo.

Um texto da escola rigorista de Shammai (metade do século Iº d.C.) afirma que: há no juízo três categorias de homens: uns são para a vida eterna; outros, os completamente ímpios, para a vergonha e opróbrio eterno; os médios (que não são nem de todo bons, nem de todo maus, e guardam um lugar intermédio) descem à Geena para ser esmagados e purificados; logo sobem e são curados. Mas além dos textos citados encontramos certas idéias gerais clara e repetidamente ensinadas na Bíblia:

1. Apenas uma absoluta integridade é digna de ser admitida à visão de Deus.

2. Não podemos negar a responsabilidade humana no processo da justificação, assim ser humano tem que envolver-se pessoalmente na reconciliação com Deus.

3. O homem tem que aceitar as consequências que se derivam dos próprios pecados.

É tão curioso como obscuro o texto de 1Cor 15,29 que alude a um rito de batismo pelos mortos, sem que Paulo esclareça o sentido deste rito, nem faz um juízo sobre ele. Em 2Tm 1,16-18 Paulo, vivo, faz uma súplica em favor de um cristão, chamado Onesíforo, que lhe ajudou em momentos difíceis e que, segundo todos os indícios, havia morrido, para que encontre misericórdia diante do senhor no dia do juízo. Estamos diante de um testemunho da primeira hora – as cartas pastorais – aonde já aparece a prática da intercessão de um cristão vivo (Paulo) por outro já falecido. Por último deve-se deixar bem claro que o tema do purgatório é compreensível no contexto da doutrina da graça e as discrepâncias ecumênicas partem de como se entendem a justificação e o perdão dos pecados.

História do Teologúmeno

Os testemunhos abundam em orações (litúrgica ou privadas) pelos defuntos, cobrem toda a tradição da Igreja, desde indicações das catacumbas e cemitérios cristãos até o presente. Desde os primeiros séculos era comum a prática da oração pelos mortos nas igrejas de Roma, África, Síria, Jerusalém. É de destacar a memória dos fiéis defuntos na celebração eucarística, atestada pelos padres antigos.

Tertuliano disse que o tempo que vai da morte até a ressurreição é uma época de cárcere, durante o qual a alma tem a oportunidade de pagar até o último centavo de sua dívida, libertando-se para a ressurreição. Clemente de Alexandria fala de uma transformação ascendente do homem que se vai transformando em um corpo com uma perfeição cada vez maior até que nele se realize o grau supremo da corporeidade pneumática, o pleroma, chegando então à consumação.

São Cipriano escreve na primeira metade do século III: uma coisa é não sair da prisão até pagar a última moeda e outra, receber sem demora, o prêmio da fé da coragem; uma, purificar-se dos pecados pelo tormento de grandes dores e purgar muito tempo pelo fogo... e outra, ser coroado em seguida pelo Senhor. A partir daí são freqüentes as refernãoencias ao purgatório, sobretudo em Santo Agostinho. No Ocidente influiu, na formulação do teologúmeno o desenvolvimento teológico da noção de satisfação, especialmente a partir de Santo Anselmo. Deus soberano absoluto não pode fazer uso de sua misericórdia sem exigir uma satisfação que só o sangue inocente de Cristo pode oferecer. Na Idade Média se dinstingue entre a culpa (reatus culpae) que Deus pode perdoar e a Igreja absolver e a pena (reatus poenae) que o transgressor carrega sobre seus ombros até pagar sua dívida com a sociedade e com Deus.

Os teologúmenos do Oriente receiam fortemente dos hábitos mentais e di vocabulário dos colegas latinos. Os gregos entendiam o purgatório como um mero estado, não como um lugar, não aceitavam a imagem de fogo, como se fosse um inferno temporal. Consideravam o purgatório como um estado de purificação, no qual os defuntos amadureciam para a vida eterna pelos sufrágios da Igreja, e não pela graça de uma sentença. Os orientais pensam a justificação em chave de divinização, que vai devolvendo ao homem a imagem de Deus por um processo paulatino de purificação.

Com a Reforma, o século XVI trouxe outro período crítico para a doutrina sobre o purgatório. Lutero, no princípio se limitou a assinalar que não se fala de purgatório nas Escrituras canônicas. Parece que no princípio seguiu crendo em sua existência, baseando-se principalmente na tradição patrística, retratando-se logo, porque a noção de purgatório contrasta frontalmente com a concepção luterana da justificação.

O purgatório põe em causa a suficiência da satisfação de Cristo e põe no homem a capacidade de operar, por si mesmo, a consumação do processo salvífico. Se a justiça de Cristo é superabundante e cobre com excesso os pecados mais graves, como admitir que o justificado ainda tenha que ser purificado, antes de seu ingresso no céu?

Trento alude ao purgatório só em um cânon do decreto sobre a justificação. Este cânon situa o tema dentro da temática do processo de remissão dos pecados e santificação do homem. No plano disciplinar Trento proíbe expor a doutrina do purgatório como questões inúteis, de questões sutis que não contribuem com a edificação, nem com a piedade do povo, e resultam em curiosidades e superstições, nas quais abundam os pregadores.

Em Roma existe um museu do purgatório, fechado ao público nos contextos do Vaticano II. Se exibem mostras macabras das marcas deixadas por almas atormentadas pelo fogo.

Teologias

É errôneo conceber o purgatório como uma espécie de inferno temporal. Mais do que em expiação, deve-se pensar em amadurecimento. No Vaticano II se fala de purificar-se e não de purgar ou expiar, deixando de lado o termo usado sistematicamente nos documentos anteriores do magistério. Estamos diante de uma troca semântica intencionada.

Não estamos diante de uma espécie de campo de concentração, um cárcere no mundo dos mortos onde o homem tem que purgar penas que se lhe impõem ao estilo dos sistemas carcerários que ainda hoje nos enchem de vergonha. Espero que no próximo século se fale dos cárceres como uma das abominações da humanidade, assim como espero que a teologia e a piedade se envergonhem de suas idéias acerca do purgatório.

Hoje os teólogos tendem a conceber esta purificação como a experiência subversiva do encontro com fogo purificador do rosto em chamas de Cristo (Ap 1,14 = Dn 10,6). O mesmo Jesus é o fogo que julga e purifica, que faz o homem, conforme ao seu corpo glorificado (Rm 8,29; Fl 3,21). A purificação não se realiza por algo, senão pela força transformadora do encontro com Jesus, que acrisola purificando-nos de todas as nossas escórias.

Santa Catarina de Gênova (séc. XV) dizia: “Eu não creio que depois da felicidade do céu possa haver outra felicidade que se possa comparar com a do purgatório... este estado deveria melhor ser ansiado do que temido, pois as chamas dele são chamas de indizível nostalgia e amor”.

Congar dizia que no purgatória seremos todos místicos, quer dizer, todos seremos penetrados pelo ardente e purificador amor de Deus que iluminará nosso amor para o último e definitivo encontro. A concepção geográfica do purgatório cede seu lugar a uma compreensão processual. É como um processo pessoal no qual a pessoa vai superando suas contradições, seus egoísmos, até aquele momento final do encontro com Deus. O purgatório é o amor que purifica. O sofrimento é o outro lado da medalha do amor. É o lado do coração que sofre por não ter correspondido ao amor apesar de haver sido continuamente amado.

Purificar as imagens

É necessário purificar toda a escatologia (morte, juízo, céu, inferno, reino de Deus). Temos que limpar as imagens da pregação e da religiosidade populares de imagens absurdas incompatíveis com a fé em Jesus e no Pai de Jesus. O Espírito que faz que chamemos a Deus de Abba não pode haver suscitado idéias de um Deus cruel e implacável que castiga e se vinga do pecado do homem.

A imaginação dos pregadores traumatizou os fiéis que se aterrorizavam diante dos suplícios do purgatório, uma espécie de galeria de torturas cósmicas com salas com frio insuportável, de metal em fusão, como um lago de azeite em ebulição.

Além do mais se confundia tempo com eternidade, se falava de anos, meses, dias... Quem morria com o escapulário do Carmo tinha a promessa que Maria o tiraria pessoalmente do purgatório, ao mais tardar, no sábado seguinte à morte. Não riam, ainda que corem, das crenças populares. Paulo é perfeitamente consciente de que não tem chegado à meta, que não é perfeito, porém continua sua corrida para conseguir alcançar a Cristo, ainda que na verdade foi Cristo Jesus quem alcançou a Paulo, antes. “Eu, irmãos, no entanto, não creio havê-lo alcançado. Mas uma coisa eu faço: esqueço o que deixei para trás e me lanço ao que vem pela frente, correndo até a meta, para alcançar o prêmio a que deus me chama desde o alto em Cristo Jesus. Assim, pois, todos os perfeitos tenhamos estes sentimentos, e se em algo sentis de outra maneira, também isto Deus lhes esclarecerá. Além disto, desde o ponto a que temos chegado, sigamos adiante” (Fl 3,12-16).

Paulo não fala de purgatório, senão de um processo de crescimento na perfeição que ele mesmo busca correndo, sem haver ainda alcançado. Espera que Deus, que começou a obra boa, a termine até o dia de Jesus Cristo. Paulo pede, em sua oração, que o amor dos filipenses siga crescendo cada vez mais em conhecimento perfeito e todo discernimento, conhecimento que avalia o melhor dos crentes para ser puro e sem mancha para o dia de Cristo. Os frutos da justiça não provém do esforço humano, vem por Jesus Cristo, para a glória e o louvor de Deus (Fl 1,6-11). O homem está sempre chamado à maturidade do varão perfeito na medida plena da idade de Cristo (Ef 4,13).

Quando oramos pelos defuntos deveríamos suplicar ao Senhor que conceda aos que estão morrendo uma decisão reta e clara por Deus, que tenham uma rápida maturação humana e divina para que, acrisolados pelo fogo de Cristo, possa, florescer totalmente na vida de Deus.

A Práxis de Jesus

É muito difícil os ditos e feitos de Jesus que aludam à necessidade de penitência na outra vida. Ao ladrão que lhe solicita, diz que hoje mesmo estarás comigo no paraíso (Lc 23,43). O único que exige à pecadora pública é que vá e não peque mais (Jo 8,11). Nas aparições do ressuscitado não encontramos uma só censura por suas traições. Os chama de moços e lhes prepara pescado nas brasas (Jo 21,5-9)... Poderíamos completar muitas páginas com estas atitudes de Jesus. É certo que disse a Judas que seria melhor não ter nascido (Mt 26,5-9)... É muito duro com os dirigentes do povo, os chama de lixo condenado ao fogo, na Geena... O texto mais duro se refere ao juízo das nações que fará o Filho do Homem (Mt 25): “quando o Filho do Homem vier em sua glória acompanhado de todos os anjos, então se sentará em seu trono de glória. Serão congregadas diante dele todas as nações... O filho do Homem julgará a todas as nações, quer dizer, a todos os judeus e a todos os pagãos, os adoradores de ídolos... Não julgará pela observância da Lei e da pureza do culto: E ele separará uns dos outros como o pastor separa as ovelhas dos cabritos. Porá as ovelhas à direita e os cabritos à sua esquerda. A estes, lhes dirá: ‘apartai-vos de mim, malditos, ao fogo eterno preparado para o diabo e seus anjos (Mt 25,31ss). São malditos os que não trataram aos pobres, aos despidos, aos presos, aos enfermos, os últimos da escala humana. São benditos os que foram solidários com o Filho do Homem sacramentado nos mais despossuídos de bens, de saúde, de dignidade. É a única vez que Jesus fala de fogo eterno em um inferno diabólico.

Não há nenhuma penitência, só festa para o filho que volta arrependido depois de haver caído na última das depravações (leiam-se as três parábolas da misericórdia de Lc 15). É o mesmo pai que provê todo o necessário para participar no banquete do reino, comida, vestidos, jóias...

Jesus, amigo dos publicanos, pecadores, prostitutas faz o que aprendeu da conduta de seu Pai deus. Eu os desafio a reler e voltar a ler o evangelho para ver se encontram alguma alguma citação que sustente o teologúmeno do purgatório.

A disciplina penitencial

Durante os séculos II e III a Igreja cresce, se expande numérica e geograficamente e contemporaneamente se nota uma diminuição na santidade de seus membros. Hermas é o primeiro que afronta o tema da conduta dos cristãos pecadores. Disse que é possível o arrependimento e a penitência. Anuncia, portanto, a segunda penitência da qual exclui os apóstatas e blasfemos contra o Senhor e os traidores dos servos de Deus. Precisa que esta oportunidade de uma segunda penitência depois do batismo é uma só, e que não deve tornar-se pretexto nesta ulterior possibilidade de tomar o pecado leve.

Paulatinamente se introduz a questão sobre a possibilidade ou não da reconciliação de certos pecados, e em particular os citados pela famosa tríade montanista: idolatria, homicídio e adultério. A controvérsia foi muito áspera e grave.

O mesmo Jesus afirma que se perdoará a todos os filhos dos homens, os pecados e blasfêmias, por muitas que estas sejam. Logo prossegue com uma afirmação, sobre a qual os Padres e os exegetas não se põem de acordo: o que blasfema contra o Espírito Santo, não terá perdão nunca. Será réu de pecado eterno (Mc 3,28-29). Se um irmão pecador não faz caso da Igreja, deve-se considerá-lo como gentio e como publicano (Mt 18,15-17). Paulo pede aos coríntios para não se juntarem com alguém que se chama cristão e é libertino, ganancioso, idólatra, difamador, bêbado ou bandido. Com alguém assim não se deve nem sentar à mesma mesa. Eliminem do grupo de vocês os malvados (1Cor 5,9-13).

A Primeira Carta de João, a epístola de Deus amor, afirma que se deve orar pelo irmão pecador, porém há um pecado que acarreta a morte. Não me refiro a este quando digo que rezem (1Jo 5,16-17).

Os pecados leves, ou também chamados cotidianos, se perdoam mediante a oração pessoal e comunitária, o jejum, as esmolas, as boas obras, ou por outras obras de piedade. A práxis penitencial se reservava para os pecados mortais, também chamados delitos, crimes, pecados capitais, pecados maiores mortais, mais graves... cometidos depois do batismo eram um mal serio, profundo, que penetrava a toda a pessoa e que por isto exigia um esforço doloroso e prolongado de conversão. Toda a comunidade devia dar testemunho e garantia da seriedade deste esforço e da sinceridade da conversão.

Se a oração coletiva da comunidade era insubstituível para os próprios membros caídos em pecado e sujeitos à penitência, mais apreciada era ainda a oração de quem havia derramado seu próprio sangue e havia sofrido por ser cristão.

Seguindo o exemplo de Estêvão, que rezou por seus próprios perseguidores, os mártires rezavam, também, pelos irmãos na fé caídos no pecado, intercedendo para que tivessem a possibilidade de voltar a entrar na comunidade. Desde os primeiros decênios do século III, a oração e a intercessão dos mártires é usada pelos penitentes para abreviar o tempo de sua permanência no grupo dos penitentes. Pela intercessão de um mártir da comunidade o bispo concedia ao penitente a indulgência, quer dizer, lhe perdoava toda, ou parte de sua permanência na ordem dos penitentes.

Tudo se pode fixar com o preço justo

Pouco a pouco vai se apossando das igrejas do Império Romano um critério de valoração jurídica do pecado que passa a ser transgressão de uma lei, mais que como uma ferida para na comunidade. No século IV a paz constantiniana e a proclamação do cristianismo como religião de estado põem em crise a prática penitencial, uma vez que os convertidos afluem em massa a integrar-se a igreja, movidos por motivos políticos e econômicos e sem passar pelo catecumenato. A Europa é invadida pelos bárbaros que impõem suas próprias concepções em matéria legal e de ressarcimento dos danos. Sempre é possível estabelecer uma soma de dinheiro a modo de arranjo entre as partes e pondo com isto fim ao pleito que há entre o ofendido e o ofensor. Para os germanicos cada delito tem seu preço. Aparecem, então, os chamados penitenciais, que são catálogos dos pecados em todas suas possíveis concretizações, inclusive as mais insólitas e estranhas. A cada pecado vai anexo uma penitência determinada e concretizada, indicada em mortificações, esmolas, peregrinações, jejuns, orações; a duração destas penitências é proporcional à valoração do pecado.

A penitência deixa de ser um ato público: o pecador confessa em privado, e o sacerdote aplica pena prevista para aquele pecado pelo penitencial. O pecador é absolvido tantas vezes quantas tem pecado, contanto que satisfaça as obras previstas nas penitências que hoje nos resultam muito curiosas. A título de exemplo:

Se um clérigo tem formulado o projeto escandaloso de ferir ou de matar seu próximo, jejuará durante seis meses a pão e água e se absterá do vinho e da carne; logo será autorizado a voltar ao altar (para oferecer a missa e comungar); O ladrão jejuará um ano (se é monge); O perjuro jejuará sete anos (se é monge ou clérico); o homicida (leigo) jejuará três anos a pão e água, sem levar armas e viverá em exílio. Depois destes três anos, voltará a sua pátria e se porá a serviço dos familiares da vítima, em substituiçãp que que foi assassinado. Assim poderá ser admitido à comunhão segundo o juízo do confessor. O leigo que se embriaga ou come e bebe vinho até o vômito, jejuará uma semana a pão e água. Quem mata por ódio ou por ganância a uma pessoa leiga, cumprirá quatro anos de penitência. O soldado que mata em guerra fará 40 dias de jejum. Quem beber vinho até o vômito, jejuará por 40 dias se for presbítero ou diácono; 30 dias, se é religioso; 12 dias, se é leigo. Quem trabalha em domingo, jejuará 7 dias.

As penitências previstas pelos pecados iam se acumulando até alcançar um número tão elevado de anos, que o pecador se encontrava na impossibilidade prática de cumpri-las. Por isto surgiram as equivalências ou comutações penitenciais. Alguns exemplos:

Comutação para um jejum de dois dias: recitar 100 salmos, umas 100 genuflexões, ou bem, 1500 genuflexões e 7 cânticos. Comutação por um jejum de um ano: passar três dias em uma igreja, sem beber, comer, nem dormir, totalmente nu, sem sentar-se; durante este tempo o pecador cantará salmos com os cânticos e recitará o ofício coral. Durante esta oração fará 12 genuflexões. Tudo isto, depois de haver confessado seus pecados diante do sacerdote e diante do povo. Outra comutação para o jejum de um ano: fazer 12 jejuns de três dias seguidos cada ano. Ou melhor, jejuar 100 dias a pão e água com a oração das horas.

Logo apareceu outra forma de comutação ou equivalência penitencial, ligada a sucedâneos sob a forma de multas, de celebração de missas, etc. Por exemplo: uma unidade monetária resgata 1 dia de jejum; o preço corrente de um escravo (homem ou mulher) resgata um ano de jejum; Vinte e seis moedas de ouro resgatam um ano de jejum; uma missa resgata sete dias de jejum; trinta missas resgatam um ano de jejum.

Esta introdução de dinheiro fez crise com os reformadores do século XVI. Um refrão alemão cantava que quando a moeda tinia na caixa, uma alma saltava do purgatório (so bald das Geld im Beutel klingt, eine Seele aus dem Fegfeur springt – assim que o dinheiro retine na caixa, uma alma salta do purgatório)[1].

Para uma valorização em termos econômicos tenha-se presente: 100 moedas de ouro dão direito a 120 missas; uma moeda de ouro dá direito a 2 missas; uma libra de ouro dá direito a 12 missas.

O Penitencial de Viena disse que: por sua conta o sacerdote poderá celebrar somente (sic) 7 missas ao dia; porém, se o pedem os penitentes, poderá celebrar quantas sejam necessárias, inclusive mais de 20 missas ao dia (sic). São Francisco prescreve, na Carta à Ordem: “Admoesto por isso e exorto no senhor, que nos lugares em que habitam os irmãos, se celebre só uma missa cada dia segundo a forma da santa Igreja. E se houver no lugar mais sacerdotes, contente-se cada um, pelo amor da caridade, em ouvir a celebração de outro sacerdote.

Neste contexto nascem mal as indulgências que se regem de fato por um cálculo matemático de penas e satisfação. A indulgência se pode obter por um ato piedoso (por exemplo, o canto da Salve rainha, a oração do Anjo do Senhor (Angelus), visitar uma igreja ou um altar, venerar as imagens ou relíquias de santos, etc.), ou por uma esmola em metálico (moeda) para construir ou restaurar igrejas, leprosários, escolas, pontes, caminhos e fazer obras de saneamento. Manda a primeira regra franciscana (cap.VIII): “os irmãos, se podem realizar, em favor destes lugares, outros serviços que não sejam contrários à nossa vida”.

Quando os papas lançam as cruzadas, asseguravam a entrada gloriosa na Jerusalém celeste aos que tomassem as armas para conquistar a Jerusalém terrestre. A esta graça papal se chamou de indulgência plenária, que supunha o estado atual de graça, quer dizer, a confissão sacramental prévia. Esta concessão pontifícia outorgava pleno perdão de todos os pecados e das penas eles merecidos, e dava total garantia de salvação eterna, assegurando a retribuição dos justos a todos os cruzados. Esta graça a recebiam os que matavam ou morriam na empresa do crucificado, e se estendia a todos os seus colaboradores e assessore. Recorde-se que se ganha o céu se antes se confessa e comunga com o propósito de matar.

A entrada de paradigmas evolutivos

Teremos que situar os teologúmenos da escatologia (Reino de Deus, ressurreição, céu, inferno, purgatório, juízo final) dentro dos paradigmas de um cosmos em perene evolução. Hoje é impensável uma criação feita de uma vez para sempre (seis dias, as mesmas espécies, os mesmos planetas...). O universo é o conjunto de todas as coisas existentes, é a comunhão de todos os sujeitos coexistentes. Estamos imersos em um imenso sistema de relações de todos com todos em todos os momentos e em todos os lugares, uma rede de interrelações, constituindo a sinfonia universal. Cosmos e homens constituem sistemas abertos. Cheios de virtualidades que podem realizar-se e que estão se realizando, antes e depois de nossa pequena existência terrena.

A lei suprema é a solidariedade entre todos os seres, pois somos todos interdependentes e necessitamos uns dos outros. Todos habitamos o universo como um evento de comunhão. A realidade global – o todo eu, e o todo tu – é como uma imensa entidade em perene nascimento-morte, em constante crescimento, progresso, elevação... Este seria o novo paradigma, desde o qual se relê, se reinterpretam todas as realidades escatológicas.

Cristo dá um nome próprio à escatologia cósmica: desde o princípio Deus tem disposto a Cristo como princípio, fim e subsistência de todas as virtualidades e possibilidades da evolução, até a maturidade e plenitude do homem no cosmos no Cristo total. A vida terrena não termina na morte. A vida terrena não é um descanso imóvel: é a sinergia, a capacidade de ser simbiótico, quer dizer, a capacidade de relacionar-se com todos em vista do equilíbrio dinâmico que cria espaço para todos.

O propósito da vida não reside na pura e simples sobrevivência, senão, na realização das potencialidades presentes no universo e que querem expressar-se. Nesta perspectiva deve se entender purgatório, fim dos tempos, ressurreição futura... O céu é puro dinamismo, como deus e sua dynamis santa.

Ideias Finais

O purgatório é o processo de purificação, de integração, de maturação, de crescimento que se acelera no momento da morte física. Ninguém se enfrenta com o purgatório sozinho, nem na vida terrena, nem na morte. Sempre estaremos acompanhados e não somente pela fé e a oração da Igreja, senão pelo mesmo cosmos em expansão.

Não se trata de um problema que guarde relação unicamente com a alma e Deus, mas antes de uma realidade eclesial, social e cósmica. Esta é a grande intuição da Igreja ao ensinar com firmeza a solidariedade dos vivos com os defuntos e o valor do sufrágio que têm nossas ações por eles. Trata-se, antes, do processo radicalmente necessário de transformação do homem, graças à qual se torna capaz de Cristo, capaz de Deus e, em conseqüência, capaz da unidade com toda a comunhão dos santos ecom a comunhão com todos os seres do passado, do presente e do futuro.

Mar de Plata, outubro de 2011



[1] Nota do tradutor.

terça-feira, 6 de dezembro de 2011

LA FELICIDAD

Frei Jerónimo Bormida
Paseo por la biblia


Los invito a otro paseo, manoseando la Biblia, de atrás para adelante, del medio hacia los costados… Tomando el texto recibido –la Biblia entera y cada una de sus partes- como el que goza de la inspiración y autoría divina. Teniendo en cuenta todos los aportes de la actual ciencia bíblica, pero sin dejar que la erudición impidiese el gozo del encuentro.
Me tomo la licencia de ofrecer una lectura mistagógica, al estilo de los padres. Creo que mis afirmaciones son fundadas, pero prescindo de todo aparato "crítico".
Leemos en el Apocalipsis (21, 1-4),
Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva - porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono, «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él Dios - con - ellos, será su Dios.
Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.»
Dice el Catecismo de la Iglesia católica, n. 1024, En el credo proclamamos la fe en la vida eterna. La llamamos el cielo, que es la realización de todos los deseos humanos. Cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, la dicha suprema y definitiva.
El cielo que deseamos es alegría, goce, gozo, placer, deleite, disfrute. En el cielo nos deleitaremos con el poder disfrutar de Dios. No regocijaremos con la compañía de los seres queridos, compartiremos la dicha de la creación recién nacida.
El cielo es bienaventuranza, es alegre, es divertido. Es la realización del principio-esperanza del hombre, la convergencia final y completa de todos los deseos de ascensión, realización y plenitud del hombre en Dios.
Como simboliza o sintetiza la absoluta realización del hombre en cuanto sacia su sed de infinito, el cielo es simplemente sinónimo de Dios. En el Nuevo Testamento el cielo equivale a Jesucristo Resucitado.
Cuando lleguemos al cielo, entonces seremos hombres, hombres tal como Dios nos quiso desde toda la eternidad, como imagen y semejanza perfecta de él, dice San Ignacio de Antioquia, aludiendo a Gen 1,26. 2
La Vida eterna es la victoria definitiva del amor sobre la muerte, una nueva forma de existencia, la meta del proceso de divinización iniciado en el tiempo por el don del Espíritu.
Cielo es la visión-fruición de Dios y ésta es la divinización del hombre.
Jesús emplea frecuentemente las imágenes del banquete mesiánico y el convite nupcial. (Mt 22,1-10; 25,1-10; Lc 12,35-38; 13,28s; 14,16-24) Dice San Agustín que en ese banquete están todos los justos y santos, que disfrutan del Verbo de Dios.

La Felicidad en la Biblia


Feliz quien cumple la Palabra de Dios


Dios nos pone delante de los ojos tanto la vida y felicidad como la muerte y desgracia. Si optamos por escuchar y guardar la palabra de Dios, si seguimos sus caminos tendremos vida y descendencia y él nos bendecirá en la tierra en la que habitamos. Es el hombre que escoge ser feliz o desgraciado (Dt 30, 9 15).
Si hacemos lo que es bueno y justo a los ojos de Dios seremos felices, nosotros y nuestros hijos (Dt 12, 28). Entonces él nos bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y seremos plenamente felices. Pongo hoy por testigos al cielo y a la tierra, te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia (Dt 16, 15)
Cumplir el mandato de honrar a padre y madre, como lo ha mandado Dios hace que se prolonguen los días de nuestra vida y que esta sea feliz (Dt 5, 16). En resumen, si queremos ser felices hay que hacer lo que es justo y bueno a los ojos del Señor (Dt 6, 18).
Los salmos abundan en esta certeza, Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Comerán del trabajo de sus manos será dichoso y todo les irá bien (128)
Será dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene, ni en el banco de los burlones se sienta, mas se complace en la ley de El Señor, su ley susurra día y noche; todo lo que hace sale bien (1 -3).
A la mujer que le dijo, ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!, Jesús respondió, «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»(Lc 11, 27) 3
Acota Santiago, El que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ése, practicándola, será feliz (Sant 1, 25).


Feliz quien confía en el Señor


María fue feliz porque creyó cumplidas las cosas que le fueron dichas de parte del Señor (Lc 1, 45). Lo salmos pueden sintetizarse en un dichoso el hombre que en el Señor pone su confianza (Salm 40, 5). Para el salmista los montes prorrumpen en gritos de alegría, pues El Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido.
Para el profeta nunca podemos decir que el Señor nos ha abandonado, el Señor nos ha olvidado. ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido (Is 49, 13).


Feliz quien entra en el reino de Jesús


Jesús comparaba frecuentemente al Reino-Reinado de Dios con un banquete, con una fiesta. Uno de los escuchas exclamó, ¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios! (Lc 14, 15) En el Apocalipsis se llama dichosos a los invitados al banquete de bodas del Cordero. (Ap. 19, 9)
Cuando Dios se la creación de los cielos nuevos y tierra nueva, habrá gozo y regocijo por siempre jamás, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido (Is 65, 17-19). Cuando campee el Espíritu de Dios se implantarán en la tierra amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. En ese Reino no hay ley (Gal 5, 22).


Feliz el que Dios corrige


Es muy cierto que el Señor Dios nos pone a prueba para después hacernos felices (Dt 8, 11). Job exclama en medio de sus tribulaciones, ¡Oh sí, feliz el hombre a quien corrige Dios! ¡No desprecies, pues, la lección de Sadday! El mismo Señor que hiere es el que venda la herida, el que causa la llaga y luego la cura con su mano (Job 5, 17).
¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Dice Santiago. (Sant 1, 12). La corrección es puramente pedagógica, por eso es dichoso el hombre a quien el Señor corriges por así los instruye (Salm 94, 12) 4


Feliz el que ayuda a los pobres


Feliz el hombre que se apiada y presta, y arregla rectamente sus asuntos (Salm 112, 3). ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! El Señor le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, le sostiene El Señor en su lecho de dolor (Salm 41, 2-4).
Estos son los consejos de los sabios,
Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes. No entristezcas al que tiene hambre, no exasperes al hombre en su indigencia…
No apartes del mendigo tus ojos, ni des a nadie ocasión de maldecirte. Pues si maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación (Sir 4, 1ss).
El único criterio de juicio del hijo del hombre será el cómo han tratado al más pequeños de los hermanos de Jesús, desnudos, hambrientos, enfermos, presos. A los renuentes el juicio es terrible, apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. (Mt 25, 41)


Los infelices


Los impíos, que han abandonado la ley del Altísimo nacieron para la maldición nacéis, cuando mueren heredan la maldición (Sir 41, 8ss). Ellos han merecido su propio mal… al malvado le irá mal, porque machacan a mi pueblo y moléis el rostro de los pobres (Is 3,9ss).
Isaías maldice a los que juntan casa con casa, y anexionan campo a campo, hasta convertirse en los únicos dueños de la tierra (5, 8). Malditos son los que llaman al mal bien, y al bien mal; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad; que dan amargo por dulce, y dulce por amargo… los campeones en beber vino, los valientes para escanciar licor, los que absuelven al malo por soborno y quitan al justo su derecho (5, 20).
Triste el destino de los gobernantes que decretan decretos inicuos, que excluyen del juicio a los débiles y atropellan el derecho de los míseros de mi pueblo, haciendo de las viudas su botín, y despojando a los huérfanos (10, 1).
Maldito será el que edifica su casa sin justicia y al obrero nos le paga su trabajo (Jer 22,13). Maldito el que amontona lo que no es suyo, el que gana ganancia inmoral para su casa (Hab 2). El profeta exclama ¿hasta cuándo?
Jesús anuncia males para los ricos, los hartos, los que ahora ríen (Lc 6, 24). No tolera ni a los escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el 5
Reino de Dios. (Mt 23, 13) ni a los legistas, que imponen a los hombres cargas intolerables, y que ellos mismos no tocan ni con uno de sus dedos. Legistas que no entraran al reino ni dejan entrar a los demás (Lc 11, 46)
Conclusión, los malos no tienen suerte, no conocerán la felicidad, a los justos todo les va bien, son felices.


Crisis cuando se caen las certezas


Pero la experiencia nos trae otras certezas
¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás? ¿Por siempre? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma, en mi corazón angustia, día y noche? ¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo? ¡Mira, respóndeme, Señor, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte, no diga mi enemigo, «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar! Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte (Salm 13, 2-6).
Por más que en los salmos siempre queda un resquicio para la certeza, ¡Al Señor cantaré por el bien que me ha hecho! ¡Salmodiaré al nombre de Señor, el Altísimo! Las angustias de la vida hacen que el creyente viva en medio de interrogantes.
¿Hasta cuándo te esconderás, Señor? ¿arderá tu furor por siempre como fuego? ¿Dónde están tus primeros amores, Señor, que juraste a David por tu lealtad?
Acuérdate, Señor, del ultraje de tus siervos, cómo recibo en mi seno todos los dardos de los pueblos; así ultrajan tus enemigos, Señor, así ultrajan las huellas de tu ungido. (Salm 89, 47-53)
El orante suplica al Dios de las venganzas que se haga presente, que de su merecido a los soberbios. ¿Hasta cuándo los impíos, Señor, hasta cuándo triunfarán los impíos? Cacarean, dicen insolencias, se pavonean todos los agentes de mal. A tu pueblo, Señor, aplastan, a tu heredad humillan. Matan al forastero y a la viuda, asesinan al huérfano. Los malvados piensas que el Señor no ve ni se da cuenta de sus maldades (Salm 94, 1-10).
Es trágico el grito de Habacuq
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti, «¡Violencia!» sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita! Por eso la ley se desvirtúa, y no aparece el juicio. ¡Sí, el impío asedia al justo, por eso aparece el juicio pervertido! (Hab 1-6) 6
Jeremías, desgraciado profeta de desgracias le pregunta al Señor por qué tienen suerte los malos, y son felices todos los felones? Suplica que los lleve como ovejas al matadero, y que los consagre para el día de la matanza (12, 1-4).
El profeta tiene una misión imposible, la de convencer al pueblo, eufórico ante una posible alianza militar, que el problema está dentro, no fuera. Y le cae muy mal a todos, a pesar de lo cual es mensajero fiel.
Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre Señor, Dios Sebaot, pero el mensaje del Señor solo le causa un penar perpetuo, y una herida irremediable. Tanto que el profeta se pregunta Dios no será para él como un espejismo, aguas no verdaderas (Jer 15, 16ss) y llega a maldecir el día en que nació, ¡el día que me dio a luz mi madre no sea bendito! ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo, «Te ha nacido un hijo varón», y le llenó de alegría! (Jer 20, 14ss)
Job se pregunta, ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días? (Job 3, 1)
Así lo resume magistralmente el Sabio predicador,
Pues bien, un absurdo se da en la tierra, Hay justos a quienes les sucede cual corresponde a las obras de los malos, y malos a quienes sucede cual corresponde a las obras de los buenos. Digo que este es otro absurdo (Qoh 8, 14ss)


Feliz quien goza de la vida


Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, si no es comer, beber y divertirse; y eso es lo que le acompaña en sus fatigas en los días de vida que Dios le hubiera dado bajo el sol (Qoh 8, 14ss)
La Palabra de Dios también es cierta cuando nos enseña que no hay mayor felicidad para el hombre que comer y beber, y disfrutar en medio de sus fatigas. Para el que cree también esto viene de la mano de Dios, pues quien come y quien bebe, lo tiene de Dios (2, 24).
Ante el absurdo de la existencia el sabio comprende que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. Así que aconseja que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios (3, 12).
Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras. Cualquier cosa que esté a tu alcance el 7
hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el seol a donde te encaminas (9,7ss).
No entregues tu alma a la tristeza, aconseja el sabio. Echa lejos de ti la tristeza; que la tristeza perdió a muchos, y no hay en ella utilidad. Envidia y malhumor los días acortan, las preocupaciones traen la vejez antes de tiempo. (Sir 30, 21ss).


Jesús-Señor en el monte


El Señor llamó a Moisés desde el monte y Moisés subió hacia Dios (Ex 19, 3). Jesús también sube el monte para encontrarse con el Padre Mt 14,23), pero en el nuevo monte no se excluye a ni a los impuros del pueblo, cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos que van al nuevo monte a recibir la alegría de la salud, los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. (Mt 15 29-31)
En el monte Jesús no ocupa el lugar de Moisés que conversa con Dios, Jesús se revela como el Señor que conversa con Moisés y Elías (Mt 17, 1-3).
En su primera experiencia de libertad los hijos de Israel acampan frente al monte, en el desierto de Sinaí. Sólo Moisés es llamado por Dios desde el monte y sube hacia Dios, que no desciende sobre el pueblo y se oculta de él. El pueblo tiene vedado el acceso al monte, so pena de muerte, todo aquel que toque el monte morirá.
La epifanía aterroriza al pueblo que se echa a temblar. Todo el monte Sinaí humeaba y retemblaba con violencia, porque El Señor había descendido sobre él.
En el monte el Señor dará a Moisés las tablas de piedra - la ley y los mandamientos - escritos para la instrucción del pueblo. Nadie puede subir, ni hombre, ni oveja ni buey. (Ex 24, 12-18; 34, 1)
Jesús, dador de la nueva ley sube al monte, se sienta como legislador, y hace que sus discípulos se le acerquen. Abre su boca y les enseña las nuevas instrucciones de la nueva ley. Jesús es dueño de "la Palabra" habla en primera persona, siente que ocupa el mismo lugar de El Señor
Los profetas siempre hablan en nombre de El Señor, así dice El Señor, oráculo de El Señor. etc. La expresión así dice El Señor aparece más de 400 veces en el AT. Jesús habla en nombre propio, yo les digo. Y dicta su nueva ley. En lugar de no matar…. no insultar… no solo no adulterar, ni siquiera desear en el corazón, prohíbe jurar, manda amar a los enemigos…. 8


Felices los pobres


Para entender la enseñanza de Jesús sobre que es la felicidad y quiénes son los felices, tenemos que situarnos en el contexto de los profetas.
Los salmos se resumen en esta certeza, Cuando el pobre grita, El Señor oye, y le salva de todas sus angustias (34,7; 34,10; 36,14; 39,18; 40,2; 67,11; 68,30; 68,33; 69,6; 71,2 etc, etc)
Los ancianos y los jefes del pueblo machacan a mi pueblo y muelen el rostro de los pobres (Is 3,14), Is 10,2 excluyen del juicio a los débiles, atropellan el derecho de los míseros de mi pueblo, hacen de las viudas su botín, y despojan a los huérfanos (Is 10,29). Es por eso que los débiles pacerán en mis pastos y los pobres en seguro se acostarán, mientras que hará morir de hambre la posteridad de los gobernantes y matará lo que de ti reste (Is 14,30; cf. Is 24,6; 25,3; 29,19; 41,17; 58,7; 61,1)
El crimen de Sodoma fue el no socorrer al pobre y al indigente (Ez 16,49), y este sigue siendo el crimen de Israel (18,12; 22,29). Amós es violento en su condena a los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias (2,7). Los que pisotean al débil no habitarán las mansiones que han construido ni beberán el vino de sus viñedos (5,11).
Los sabios enseñan que no hay que privar al pobre del sustento, ni rechazar al suplicante atribulado, ni apartar el rostro del pobre (Sir 4,1; 4,4; cfr 4,8; 7,32; 10,22; 10,23; 10,30; 13,3, etc, etc)
En la biblia hebrea, ebyôn designa a quien tiene necesidad de ser socorrido. Responde a la categoría social de aquellos a quienes falta lo que es necesario para imponer respeto.
De aquellos que no tienen ni nobleza ni poder, ni instrucción. Consiguientemente son despreciados, explotados, abandonados a la injusticia de quienes poseen tales medios de dominación.
Una de las líneas maestras de los libros santos es que Dios está con ellos, precisamente porque tienen más necesidad de él que los demás. Dios les defiende, les ayuda.
Toda suerte de imágenes evocan esta relación privilegiada de aquellos para quienes Dios es más necesario que a los otros, porque están indefensos.
Toda la oración de los salmos podría resumirse en, un pobre clamó, Dios escuchó.
'anî 'anaw significa pobre, miserable, humilde y es uno de los términos más frecuentes para designar al pobre bíblico. Implica estar en una condición miserable, afligido, oprimido, manso, sumiso, en primer lugar delante de los 9
hombres, consiguientemente delante de Dios. Implica ante todo una actitud interior, un sentido eminentemente espiritual, religioso, el que se humilla ante el Señor.
dal evoca la idea de debilidad, el estar doblado por el peso de la vida, el no poder caminar derecho, con la cabeza erguida; es el delgado, el débil, el desnutrido.
La versión griega del Nuevo Testamento nos ofrece tres palabras claves, pénes es el que trabaja para vivir; ptôjós, el que tiene necesidad de alguien que lo ayude para vivir, de donde la idea de la mendicidad; tapeinós, el que está en estado de aflicción, encorvado bajo el peso de la vida.
En la Biblia Latina se llama pauper, el que produce poco; egens, indigens, aquel a quien le falta algo, el que está en necesidad; inops, el que está en un estado opuesto a la opes, opulencia, abundancia de recursos; mendicus, quien tiene deficiencias físicas, el enfermo, por consecuencia el pobre, el mendigo.
Además los pobres gozan de un rico vocabulario latino, infirmus, debilis, peregrinus, mitis, mansuetus, esuriens, miser….
ptôjós aparece 124 veces en los LXX, El Señor levanta del polvo al humilde, alza del muladar al indigente para hacerle sentar junto a los nobles, y darle en heredad trono de gloria, pues de El Señor los pilares de la tierra y sobre ellos ha sentado el universo (1Sm 2,8 1Sam 2,8; 2Sam 22,28).
El libro de Job pone en labios del Señor, yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía valedor (29,12 Job 29,12), escucha el gemido del débil y oye el clamor de los humildes (34,28). El hace justicia a los pobres (36,6).
„ani en hebreo, práus en griego" apunta más a una actitud interior, el pobre es manso y humilde. Jesús pide que aprendamos de él que es manso y humilde de corazón (Mt 11, 29). El nuevo tipo de gobernante vendrá manso y montado en un asna y un pollino (Mt 21. 5 cfr. Zac 9,9) Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra (Mt 21. 5).
Los anawim poseerán la tierra los humildes, y gozarán de inmensa paz (Salm 37,11), cuando Dios se levante para el juicio, para salvar a todos los humildes de la tierra (Salm 76,10). Él dejara en Israel un pueblo humilde y pobre, que se cobijará en el nombre de El Señor (Sof 3,12)
Tapeinós aparece70 veces en los LXX. Significa débil, pequeño, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 18, 4). A los grandes lo hizo pequeños y a los pequeños grandes (Lc 1, 52). 10
El hermano pequeño será grande y el rico será empequeñeceráSant 1, 9) Dios da su gracia a los pequeñosSant 4, 6) El reino de Dios, la tierra prometida será de los pobres, de los mansos, los perseguidos. No entrarán en posesión de tierra por sus propios méritos, sino porque Dios cumple la palabra que juró a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob (Dt 9,4). No es por la justicia de pobres y mansos por lo que El Señor Dios les dará en posesión esa tierra buena, porque también ello son un pueblo de dura cerviz (Dt 9,6). En la tierra de la promesa no debería haber ningún pobre, pero si lo hay nadie tiene derecho a endurecer el corazón ni a cerrar su mano a tu hermano pobre (Dt 15,4.7). Ha de buscar justicia, sólo justicia si quiere vivir y poseer la tierra que El Señor tu Dios le ha dado, (Dt 16,20).


Bienaventuranzas en Mateo


En su proclamación de las nuevas felicidades del nuevo Reino Jesús encuadra sus felicidades en la menorah, candelabro de los siete brazos (Mt 5, 3-12).
En la base del candelabro ponemos Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
En la vela del medio ponemos la conclusión, que repite "reino de los cielos", Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Después vamos colocando en cada una de las velas el resto de las bienaventuranzas, Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra, Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados; Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados; Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia; Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 11
No son felices porque son pobres de espíritu, perseguidos por causa de la justicia, mansos, hacedores de paz, llorones, limpios de corazón, hambrientos y sedientos de la justicia, misericordiosos. Son felices porque de ellos es el Reino de los Cielos, porque poseerán en herencia la tierra, serán llamados hijos de Dios, serán consolados, verán a Dios, serán saciados y alcanzarán misericordia
En la base y en el eje del candelabro la palabra clave, que funciona como inclusión, es la del Reino de Dios, o de los cielos como prefiere Marcos. Recordemos que los cielos es un circunloquio para no mencionar el nombre sagrado. El Reino les pertenece a los pobres y a los perseguidos. Quedan excluidos los ricos y los perseguidores.
Si vamos abinando los brazos del candelabro, como vemos en la imagen, los mansos son los que trabajan por la paz. Como hijos de Dios son herederos de la tierra.
Los que lloran por sus ojos reflejan lo que ven los que tienen limpio el corazón, serán consolados en la contemplación del rostro de Dios.
Los hambrientos y sedientos de justicia capaces de ser justos con la misericordia de Dios serán saciados experimentando su misericordia.
En Lucas tenemos que hablar del sermón del valle, porque Jesús –el que habla en nombre propio, el que dicta la Ley nueva- baja del monte y habla con el pueblo, al mismo nivel del pueblo.

Felices y infelices


Para Lucas son felices los que ahora son pobres, lloran y tienen hambre. Son infelices los que ahora son ricos, ríen y están hartos
La felicidad se encuentra cuando el discípulo es expulsado, injuriado, odiado, proscrito por causa del Hijo del hombre. Ese día el discípulo debe alegrarse y saltar de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. No se debe olvidar que de ese modo trataban a los profetas. Todo el mundo habla bien de los falsos profetas. 12


La felicidad verdadera y la falsa


Benedicto XVI, en su primer tomo sobre Jesús, dice que Francisco de Asís
entendió la promesa de esta bienaventuranza en su máxima radicalidad… Esta humildad extrema era para Francisco sobre todo libertad para servir y significaba un correctivo para la Iglesia de su tiempo, que con el sistema feudal había perdido la libertad y el dinamismo del impulso misionero… Francisco no tenía intención de fundar ninguna orden religiosa, sino simplemente reunir de nuevo al pueblo de Dios para escuchar la Palabra sin que los comentarios eruditos quitaran rigor a la llamada.
Situándose fuera del sistema burgués de su tiempo, lo que el mismo califica como salir del mundo, Francisco de Asís se encuentra con los pobres y marginados que están fuera del sistema, creando una alternativa de una sociedad nueva y una Iglesia evangélica. Y descubriendo así el camino de la verdadera alegría, su misterio: no está allí donde parece que estuviera, las apariencias y falsedades del sistema, sino más allá o fuera de él.
En sus Alabanzas al Dios altísimo Francisco de Asís llama Dios el amor, la caridad, la sabiduría, la humildad, la paciencia, la hermosura, mansedumbre; la seguridad, la quietud, el gozo, la esperanza y alegría, la justicia, la templanza. El Altísimo es la única riqueza capaz de saciar al ser humano. El grande y admirable Señor, omnipotente Dios, misericordioso salvador es toda nuestra dulzura, tú eres nuestra vida eterna.
Sería interesante emprender una relectura crítica del proceso de conversión de san Francisco, la cual es contada dentro del clásico esquema del "salir del mundo". Francisco comienza a comportarse como un enamorado y promete desposarse con la mujer más noble y bella jamás conocida... destacada entre todas por su sabiduría. Celano comenta candorosamente que esta mujer es la inmaculada esposa de Dios, la Iglesia, a la cual la llama Dama pobreza. La Esposa de Dios se ha distanciado de la iglesia-sociedad para convertirse en la compañera de Francisco y de los suyos. En el plan narrativo de Celano la Orden aparece pensada y fundada como una propuesta alternativa de la Iglesia-Sociedad.
Tomemos el relato de la Leyenda Mayor de San Buenaventura. Durante el proceso de conversión Francisco se dirige a Roma, "al sepulcro del apóstol Pedro". Sufre un impacto tremendo. Ve una iglesia romana que engendra pobres y que los vomita a sus mismas puertas: los pobres no están dentro de la Iglesia. Francisco sale de la iglesia y se mimetiza con los desposeídos, los que están fuera del sistema-iglesia, pero dentro del sistema-Dios. 13
En este relato encontramos claramente algunas de las propuestas originarias del movimiento primitivo. Si queremos cambiar la sociedad-iglesia, basada en el dinero, en la apariencia, en el poder, no tenemos más remedio que abandonar sus estructuras y vivirla desde abajo, con y como los pobres que están fuera, a sus mismas puertas. Hay que comenzar por ver la iglesia-sociedad con los ojos de los vomitados (LM. 1-6 y paralelos). Francisco se suma al intento de los movimientos pauperísticos medievales que sueñan con construir otra sociedad, otra iglesia, otra política, capaces de ser alternativas reales para sus contemporáneos.
En el dictado de la verdadera alegría Francisco no ve la felicidad que promete Jesús en el evangelio en la conversión de los grandes de la tierra, tanto políticos como militares. Como se es feliz porque los grandes intelectuales se hagan frailes ni que los hermanos hayan convertido a todos los infieles, no que el mismo Francisco elimine la enfermedad de la tierra.
Francisco rehace el viaje de su vida, desde Perusa, donde todo comenzó con su derrota y su prisión, hasta Santa María de los Ángeles donde ve su proyecto realizado. En el presente no hay muchos motivos de gozo: noche avanzada, tiempo de invierno, todo está embarrado y el frío es tan grande, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada, que hacen heridas en las piernas hasta brotar sangre de las mismas.
Embarrado, helado y aterido, llega a Santa María convertida en un monasterio: hay puerta, horarios de entrada y porteros. El diálogo entre el fundador del movimiento y el portero es sin desperdicio:
Dice el portero -¿Quién es?
Yo respondo: -El hermano Francisco.
Y él dice: -Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino. Aquí no entras.
Y, al insistir yo de nuevo, contesta:
-Largo de aquí. Tú eres un simple y un paleto. Ya no vas a venir con nosotros. Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.
Y yo vuelvo a la puerta y digo:
-Por amor de Dios, acogedme por esta noche.
Y él responde: -No me da la gana.
Vete al lugar de los crucíferos y pide allí. 14
Te digo: si he tenido paciencia y no he perdido la calma en esto está la verdadera alegría, y también la verdadera virtud y el bien del alma.
El portero-guardián del sistema no reconoce a Francisco como a uno de los de dentro. Francisco se colocó voluntariamente fuera. No es decente andar infringiendo reglas, las que fuere. El sistema es estable y tiene sus normas. Francisco es vagabundo y no tiene ni siquiera horarios.
En segundo término aparece el peligro de la herejía. Entre los pobres, vagabundos, ignorantes, simples, rústicos, idiotas, están los herejes. Y tanto los herejes como aquellos que se les parecen demasiado no tienen cabida ni en la sociedad, ni en la iglesia... ni en la Orden que se integró al sistema. El portero resume todas las prevenciones del sistema ante las nuevas propuestas de los movimientos pauperísticos.
Pongamos el relato en un cuadrado semiótico:
es alegría ALEGRIA VERDADERA parece alegría TRISTEZA VERDADERA permanecer calmos cuando somos rechazados por el sistema dominante y sin emplear la política del sistema para forzar las puertas del sistema; la verdadera alegría es estar, situarse más allá de "este" sistema de "esta" política estar integrados al sistema, en cualquiera de sus coordenadas: políticas (rey de...) religiosas (prelados...) culturales (maestros...) éticas (conversión...) o bien luchar empleando los medios intrasistémicos para lograr la integración al sistema o su reforma ser expulsados del sistema dominante o abandonar libremente el sistema y su política ser bien recibidos por el sistema o perder la calma, luchar para integrarse FALSA TRISTEZA no parece alegría FALSA ALEGRIA no es alegría
El texto es casi una cita-sumario de toda la argumentación de los integrados al sistema. Tendríamos que remitirnos a san Bernardo y otros documentos de la época. El portero dice a Francisco que ellos no quieren ni ser ni parecer 15
herejes-subversivos. Después de las incertidumbres y errores de los primeros tiempos, nuestra Orden está en orden.
En la tercera respuesta aparece el rechazo total. Es casi como un remitir a los orígenes. El portero-guardián define a Francisco como leproso y lo manda al leprosorio de los crucíferos. Allí, probablemente, los estigmatizados de la sociedad recibirán gustosamente al estigmatizado por Dios.
El archicitado texto de Celano, "comencemos hermanos, que hasta el presente poco o nada hemos hecho" es leído siempre fuera del contexto que llama la atención sobre hermanos que buscan prelacías, sobre Francisco que se nota integrado al sistema y que añora volver a servir a los leprosos para ser nuevamente despreciado como ellos (1 Cel. 103). Según Celano, Francisco constata que hasta el momento poco o nada alternativo han resultado ser en la sociedad. Los hermanos y la Orden están totalmente integrados al sistema dominante y que hay que comenzar de nuevo. Tal es el sentido de la tercera respuesta del portero de la verdadera alegría.
La perfecta alegría consiste en no perder la calma. Dado que el objetivo no es ni estar dentro, ni usar de las políticas intrasistémicas para forzar la puerta del ingreso. Francisco podrá perder la calma e intentar el uso de la fuerza o de la autoridad. En ese instante hubiera claudicado frente al sistema. Hubiera sido reabsorbido y hasta podría haber experimentado una alegría falsa por la victoria obtenida.
Termino este paseo con un texto de la Regla franciscana:
Dondequiera que estén o en cualquier lugar en que se encuentren unos con otros, los hermanos deben tratarse espiritual y amorosamente y honrarse mutuamente sin murmuración. Y guárdense de mostrarse tristes exteriormente o hipócritamente ceñudos; muéstrense, más bien, gozosos en el Señor y alegres y debidamente agradables